Ejercicio Físico de Alta Intensidad y el Ciclo Menstrual

Con el aumento de la práctica deportiva en la población, la intervención individual y personalizada en los deportistas se hace imprescindible para obtener respuestas más adecuadas, en términos de rendimiento físico, así como la recuperación y las condiciones de salud asociadas. El cuerpo femenino tiene particularidades que hay que tener en cuenta, como los cambios hormonales, que a lo largo del ciclo menstrual puede repercutir en el desarrollo muscular y en la práctica del ejercicio físico intenso.

El ciclo menstrual es el período de tiempo que transcurre entre dos menstruaciones, pasando por diferentes fases con diferentes niveles hormonales.

1 – Fase menstrual – Interrupción de los niveles de estrógeno y progesterona;
2 – Fase proliferativa – Aumento exponencial del estrógeno;
3 – Fase secretora – Aumento de los niveles hormonales, siendo mayor en la progesterona.

El estrógeno es responsable de la alteración de los valores de colesterol, con la disminución de las lipoproteínas de baja densidad (LDL) y un aumento de las lipoproteínas de alta densidad (HDL). También es responsable del almacenamiento de glucógeno en el hígado y los músculos, aumentando la síntesis de lípidos, promoviendo un mayor uso de los ácidos grasos.

La progesterona está asociada a un aumento de la temperatura basal y a un efecto sobre la termorregulación, así como a un aumento de la excreción de agua y sodio por vía renal.

Estas hormonas también influyen en varios parámetros, como los cardiovasculares, respiratorios y metabólicos, con implicaciones en el rendimiento aeróbico y anaeróbico de las deportistas.

El entrenamiento y el ejercicio físico intenso promueven cambios en el peso, en la composición corporal, en los hábitos alimentarios y en el sistema endocrino. Algunas disfunciones menstruales pueden ser una consecuencia negativa del entrenamiento intenso en deportistas de competición, considerándose una adaptación fisiológica cuando el entrenamiento se realiza de forma adecuada.

Aunque la disfunción menstrual puede tener un origen multifactorial, los principales factores asociados a las deportistas son la predisposición genética, la privación dietética, la notable reducción del porcentaje de grasa, el estrés psicológico y las rutinas de entrenamiento intensas.

Las disfunciones menstruales más comunes son:
– Retraso puberal – Se produce principalmente en las niñas que empiezan a practicar una actividad física intensa antes de la pubertad y, en consecuencia, la menarquia aparece a una edad más tardía.
– Ciclos anovulatorios – Se producen debido a una disminución de la producción de estrógenos, lo que impide la ovulación. Suelen estar asociadas a irregularidades menstruales o amenorrea.
– Amenorrea – Es la disfunción más severa y se caracteriza por la ausencia de sangrado y puede ocurrir con el retraso de la menarquía hasta los 16 años o por la ausencia de menstruación en un período consecutivo de tres o más ciclos menstruales después de la menarquia.

Dado que estas condiciones pueden ser causadas por la intensidad del ejercicio físico característico de las deportistas, así como el volumen de alimentación restringido y los consecuentes cambios en la composición corporal, el seguimiento individualizado de este grupo de población desde el inicio de la práctica deportiva se vuelve fundamental. Solo así es posible asegurar que la deportista incluya en su alimentación todos los nutrientes esenciales en lugar de rutinas alimentarias demasiado restrictivas e insuficientes.

Nutricionista, Jacinta Mendes
3341N